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La explicación como impulso vital

Ruth Castro / El Astillero Libros


¿De dónde nos ha venido la manía de darle explicación a todo? Explicar, un acto tan cotidiano como misterioso. Al parecer, buscamos explicaciones para tranquilizarnos, para sobrevivir, para dar un supuesto orden al caos, para creer ilusoriamente que tenemos poder sobre el azar, y para dar sentido –aunque sea temporal– a lo que nos sucede.

Ante el desconcierto, y ante la poca o mucha claridad, están los libros. También ellos nos explican, a veces nos dan ciertas certezas, y si no, por lo menos nos distraen de las ansiedades. Tedi López Mills escribió El libro de las explicaciones. Por su parte, la brasileña Adriana Falcão ha publicado un libro bellísimo de título Maniática de la explicación.

El primero, publicado en 2011, contiene 13 ensayos. López Mills traza un mapa hecho de fragmentos que buscan responder preguntas imposibles: qué es el tiempo, qué significa el cuerpo, por qué el lenguaje nunca alcanza. Cada explicación es un intento provisional, una estrategia contra el vacío. El texto avanza con la conciencia de que explicar no aclara del todo, incluso podría ser contraproducente: abrir nuevas preguntas, nuevos enigmas.

El segundo, dirigido a público infantil, parte de la misma obsesión, pero la transforma en juego. La protagonista de Falcão es una niña que quiere explicar absolutamente todo, incluso lo que parece inexplicable. Su manía es tierna y divertida, y sus respuestas inventadas revelan algo esencial: explicar no siempre es descubrir la verdad, sino crear una forma de convivir con lo desconocido.

Ambas obras, en registros tan distintos —el filosófico y el infantil—, coinciden en mostrar que la explicación es un impulso vital. Entre la ensayística poética de López Mills y el humor de Falcão se dibuja un mismo gesto: la necesidad de dar palabras al misterio. La certeza de la respuesta termina siendo lo que menos importa, en cambio, lo abarca todo el impulso de formularla. Explicar es aceptar que algo nos desborda y, aun así, sostenerlo con palabras.



 
 
 

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