Estrenamos fachada
Cuando comenzamos el proyecto de #AstilleroLibros, en el 2014, tener una fachada rotulada o con publicidad propia fue un desafío.
En el primer local que rentamos, después de la inauguración, estuvimos cerca de un mes sin un señalamiento en la calle, a la vista de todos los transeúntes y automovilistas. Sólo una lona y una araña publicitaria indicaban qué éramos y cómo nos llamábamos.
Mandar hacer la lona y la estructura en donde se iba montar el primer rótulo de El Astillero Librería fue un caos. Primero, las personas que nos recomendaron para hacer ese trabajo se demoraron más tiempo del necesario en hacer la estructura, y la lona la entregaron mal hecha. Al principio ideamos que la lona tuviera “olanes” (desconozco hasta la fecha cómo se llama ese corte [quizá por eso no entendieron nuestra idea, ouch]), y nos la entregaron lisa, los “olanes” que pedimos quedaron impresos, sí, impresos, no cortados, en el borde de la lona.
Ese anuncio lo mantuvimos hasta que cambiamos de local, en el el 2016. Conseguir a un rotulador que hiciera su trabajo no fue complicado, lo difícil fue que escribiera lo que queríamos de manera correcta. Mientras él rotulaba, nosotros cambiábamos libros de un local al otro, por lo que no estuve atento a lo que escribía en la fachada. Cuando el rotulador me dijo, Ya terminé, cómo ve, le señalé de inmediato, Ahí no dice librería, dice librera, y a café le falta un acento.
Recuerdo la cara que puso el rotulador y me da mucha risa. Tomó de nuevo el bote de pintura y se trepó al andamio sin decir nada. Borró la palabra librera, bajó del andamio, se prendió un cigarro y esperó a que se secara la pintura para volver a trabajar.
Pero no es todo, ¿recuerdan el Caracol?, el espacio en donde realizábamos las presentaciones, los talleres, las charlas (hasta ciclo de cine tuvimos), y por supuesto, vendíamos café y artesanías; pues hacer ese rótulo, Caracol Nodo Café, ha sido, sin duda, el más conflictivo: decidimos hacer el rótulo con un compa, conocido de varios años, y tardó aproximadamente doce días en hacer el trabajo, ¿por qué tardó tanto?, ¿cuál fue el problema?, la lluvia intermitente, el viento y los terregales.
No sólo el mal clima se opuso a que se terminara el rótulo, sino que, a nuestro compa, un poco descuidado (¡!), le robaron la escalera con la que estaba trabajando y también desapareció una bicicleta de montaña color mostaza rodada 24” de dama pimpeada con canastita negra (o sea, de Ruth) que aún seguimos buscando. Además, antes de terminar el trabajo, no sabemos cómo, ni por qué, nuestro compa se fracturó el dedo chiquito del pie… después de tanta desgracia terminó el trabajo (con mucho dolor, suponemos, pues poco después nos contó que necesitaba una operación) con más pena que entusiasmo. Perdimos una escalera, una bicicleta, la salud, pero ganamos un rótulo que duró poco menos de dos años.
El rótulo de El Astillero Librería - Café - Artesanías, lo mantuvimos hasta el fin de semana pasado. En esta ocasión no sufrimos ningún inconveniente para tener en forma nuestra fachada, pero sí me di cuenta de que rentar un andamio es más exigente de lo que uno se imagina, pues para rentarlo piden más requisitos que para tener un crédito en Coppel.
La cuestión es que estamos contentos porque estrenamos fachada, de mano del buen SafosOne. Unos libritos sonrientes (y uno con cara de desconcierto) presentan externamente a El Astillero, y señalan de manera adecuada lo que vendemos: libros y café.
Quedó muy chula.