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Marisquería El Astillero


Dice Fernando de la Vara que tener una librería es difícil. Nadie podría contradecirlo. Cuando lo dice se refiere a un asunto económico. Nunca fue una idea millonaria. Y miren que han llegado todo tipo de personas que quieren mostrarnos qué estrategia mercadológica sería mejor para El Astillero. Preguntan si sabemos hacer planes de negocios, si antes de abrir hicimos una investigación de mercado. Cuando eso sucede (mi amigo-socio-cómplice, “parner” en esto) Fer y yo nos volteamos a ver. Callamos. Sabemos de eso. Sin embargo, una librería no es como cualquier negocio, y tampoco lo mantenemos porque creamos ingenuamente que un día todas las personas amanecerán con ganas de leer*. Nuestro gusto es, y quién nos lo quitará.


¿Cómo les explico? Amamos los libros. Tenemos un fetiche con ellos. Y aquí incluyo a los demás que trabajan o han colaborado en este espacio. Nos gusta hablar de libros. Nos gusta su olor, sus texturas, sus acabados. Nos emociona mucho que lleguen cajas con títulos nuevos. Siempre estamos endeudados nosotros mismos en El Astillero. Somos ñoños, somos geeks de los libros. Aunque también somos otras cosas. Fer es cholo de la PVC**. Yo soy tan grosera como cariñosa. También amamos la vida sencilla y norteña.


Fer es ingeniero civil de formación, pero lee y escribe como enfermo, y nunca tuvo un trabajo tan divertido. Nos reímos bastante en la librería, aún y cuando nos peleamos o nos hablamos muy golpeado. Aguantamos vara. Sabemos burlarnos de nosotros mismos con ingenio. Y todo lo anterior lo digo porque mucho de lo que yo podría contar de anécdotas sobre estos cuatro años tiene que ver con la idea que la gente se hace de mí o de Fer o de la librería en sí. Por ejemplo, creen que se me “conquista” con poemas, creen que muero por la trova, piensan que me gusta hablar solo de cosas elevadas. Error. A mí los libros me han permitido ser más simple cada vez.


¿Somos románticos? No me gusta para nada la palabra “romántico”, por lo que implica históricamente, por su casi inevitable relación con la palabra “amor” y porque intento diariamente que los vínculos que tengo con los demás no se basen en sus características, pero creo que, y aquí me atrevo a hablar por Fer y por mí, con respecto a la librería, es que seguimos manteniendo este proyecto con todas las contras en un sistema atroz y cerdo y capitalista (y me gusta decir cerdo capitalista), porque los libros nos han dado muy buenos momentos, nos han hecho imaginar cosas increíbles, porque nos han generado reflexiones y discusiones interminables, y porque nos gustan tanto que disfrutamos de venderlos también; deseamos que los demás tengan acceso a ellos. Y eso es muy romántico y cursi, ¿no? Sobre todo si tomamos en cuenta que nunca fue una idea millonaria.


En fin, cada año pensamos que quizá sea el último, y cada aniversario bromeamos con que si la librería El Astillero truena, aún podemos borrar “Libre” del rótulo y poner “Marisque”, y cambiar drásticamente de rubro, al fin que ya tiene nombre marino, y la verdad, sí me queda bueno el cevichito.


Notas de Fer de la Vara

*Pero en el fondo ojalá sí amanezcan con ganas de leer. Y de comprar libros.

**Preparatoria Venustiano Carranza, aunque preferimos decirle Puro Vato Cholo.


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