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Podría empezar así por Gustavo Sainz


PODRÍA EMPEZAR ASÍ: conmigo en una transacción de libros viejos bajo el techo de una escuela de idiomas. Los otros se apoderan de los best-sellers y las series de Harry Potter y Luis Spota. La caja se torna vacía y me siento en la taza del baño a leer. Recuerdo que tenía una cita con una chica mayor que me invitó a ver Volver al Futuro 2, cómo si eso fuera a pasar en realidad, pero me quedé leyendo y sin darme cuenta pasaron extrañas horas. En una versión alterna de mi vida, me fui a otra ciudad y en mi segunda casa clavé en la pared la contraportada de Obsesivos días circulares para no olvidarme de escribir y también de salir con chicas. Desde el epígrafe (que es una nota sobre epígrafes), me di cuenta que estaba por enredarme en una novela de lenguaje experimental que te arroja en turbulentos pasajes eróticos y remolinos de confusión. Pero al final, entiendes todo y si no empiezas otra vez. ¿Qué podrías esperar de un libro que trae una explicación de un profesor gringo al final? Entendí que tu onda ya no era onda cuando era la onda porque cambiaron la onda y la onda de la onda te pareció muy mala onda. Y ya no te pasará a ti.


O PODRÍA EMPEZAR ASÍ: con una larga explicación de lo que es el flujo de conciencia que plaga tus libros, que a veces parecen collages de momentos y despertares; y en ocasiones son simplemente diarios sobre despertares y momentos. Sin orden ni restricción aparente.


Y PODRÍA CONTINUAR ASÍ: conmigo años después, inmerso en la semi oscuridad de un sótano repleto de libros viejos. Siempre junto a José Agustín y a metros de los clones de Luis Spota. Sabía que eras joven cuando empezaste a escribir y tu primera novela fue una manera de narrar sobre cómo querías comenzar una novela. Afirmaste que te salía espuma y luego se editó Muchacho en llamas, que empezaste con más epígrafes y un rezo a las montañas y a los dioses aztecas del erotismo y el fuego. Te ahorraste (sólo un poco) los enredos narrativos pero aun así incluiste los tríos amorosos que desde Gazapo andabas tejiendo. Luego me di cuenta que la copia que había adquirido traía un autógrafo para una Leticia, quien se topó contigo en el 92. En ese año, yo aún no sabía leer y mi onda era aprender a sentarme en el baño sin ningún libro.


O MEJOR EMPEZAR ASÍ: En una década de despertares sexuales causados por experiencias y conversaciones íntimas, Conejo extraordinario se hizo Gazapo y luego, entre rancios sexenios de cobertura priista, aparece la novela que erigió tu imagen, la que se conoció hasta después, lejos del rock y los ácidos y las fiestas desenfrenadas, Obsesivos… es una aventura sin narrador aparente, como si lo que se estuviera escribiendo fuera una grabación que capta todo lo que sucede en el cuarto. Una voz extrasensorial plasmada con una lengua anti sistemática.


Y luego un poco de historia: ¿recuerdas que antes todo se guardaba en discos? No en la Nube como es ahora, bueno, aún antes de eso, no había computadoras, la gente escribía en máquinas de escribir y el error no era digital. En sí, nuestra vida no era digital, y digo nuestra para tener identidad, porque desde que yo lo recuerdo, siempre he sido un poco digital. En fin, un Gustavo Sainz, antes del 78 (siglo pasado) se acercó a IBM y pidió un patrocinio: una computadora para escribir una novela. De hecho, fue en el 75, en ese entonces las máquinas necesitaban un cuarto entero para poder funcionar. Leí en el Rock de la cárcel (biografía de José Agustín) que nunca te gustó el rock, y mientras él mismo estaba experimentando pasones y sensaciones grupales de hongos, tú estabas escribiendo en una computadora con tamaño similar a un auto. Vidas paralelas con distintas materia: la mística y la tecnológica.


Y por si eso fuera lo más raro. Perdón, lo olvidaba…


Y CONTINUARÍA MEJOR ASÍ: Si eso fuera lo más raro, nunca volviste a escribir en una máquina, de hecho, sólo uno que otro anacrónico lo hizo. Además, fuiste promotor de la cultura azteca, diste clases en Estados Unidos, antes de vivir y morir y olvidar que vivías, ahí. Conejo extraordinario.


Y SEGUIMOS ASÍ: Donde tu similar azteca es el dios de la poli narración, que enfrascaba historias donde no se delimita el personaje, sino a la lengua, el lenguaje, lo importante no es quién lo dice, sino cómo lo dicen, acompañado de uno que otro albur. Porque también, además de olvidar, eres un fenómeno que arrastra e incluye cada cambio y ajuste. Por eso, cuando el vicio al internet aún era inexistente, y que hasta su palabra era novata, escribiste La novela virtual, una historia de amor a través de correos electrónicos. Me imagino que ya existían casos similares, en Hollywood y lugares parecidos. Pero en México, el México de la revolución en reposo, no pasaban cosas así.


Y PODRÍAMOS TERMINAR ASÍ: en un estilo similar con el que inicia Ciudades desiertas, de José Agustín: “Susana paseaba por Insurgentes cuando encontró a Gustavo Sainz…”: No exijo disculpa por los saltos de tiempo y hora y la extrañeza de que faltan años y títulos, porque fueron bastantes y aunque no haya pasado mucho después de tu muerte, tus libros seguirán como los santuarios aztecas: escondidos bajo tierra o bajo reflectores brillantes, pero siempre siempre, con un poco de polvo y relatos de incertidumbre.

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Roberto Carson es alumno del Taller de Narrativa que se imparte en El Astillero / Caracol Nodo Café por Daniel Herrera.

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Puedes adquirir la colección Biblioteca Gustavo Sainz, editada por El Ermitaño, en El Astillero Librería o en nuestra tienda en línea.

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